domingo, 1 de diciembre de 2013

Guardiola y Mourinho, vidas cruzadas





Es el año 1996, Ronaldo llega al Barcelona para seguir los pasos de Romario y con el Bobby Robson aterriza en la ciudad condal con su ayudante, un joven llamado Jose Mourinho. Pep Guardiola, ejerciendo de capitán, organiza el juego del conjunto blaugrana.

El jugador que representa la esencia del barcelonismo no se siente valorado. Su marcha al Parma a final de temporada es casi un hecho, pero la salida de Ronaldo al Inter y las inminentes elecciones a la presidencia del club hacen que Jose Luis Nuñez lo renueve, aunque el jugador se siente huérfano en el club que siempre amó.
Mourinho, ese gran traductor del juego, también tiene un pie fuera de Barcelona. Con la marcha de Robson, su valedor, convence al nuevo técnico Luis Van Gaal para ejercer de líder en el vestuario. Es hay dónde se fragua una amistad entre 2 hombres que se saben más de lo que el club les reconoce.





Por la puerta de atrás, Mourinho vuelve a Portugal para comenzar su carrera de entrenador y Guardiola abandona el club de su vida sin el apoyo de una grada que despide a su compañero de habitación, Luis Figo, en el mejor momento de su carrera. Es el verano del 2000 y el portugués pasa de heroe a villano en el que por aquel momento era el traspaso de mayor valor de la historia del fútbol.

Son años dónde Guardiola (en Italia, Qatar y México) y el Barcelona tocan fondo mientras Mourinho despega su fulgurante carrera traduciendo las esencias del fútbol del Barcelona en los dragones de Oporto. Con Deco (aquel brasileño que renunció a su selección para jugar con Portugal) cómo jugador clave que organiza el juego gana Liga, Copa, Uefa y Champions en 2 temporadas.

Cómo la Holanda del Mundial 2010, el Barcelona se ve abocado a renunciar a su esencia y renace de la mano de Frank-o Rijkaard y la magia de un jugador único jugando de espaldas, Ronaldinho.







Es el año 2006, aquel en el que Marco Materazzi retira a Zidane con un cabezazo en la final del Mundial y Cannavaro gana el Mundial, Balón de Oro y su fichaje por el Real Madrid, en el que el Barcelona vuelve a ser un grande ganando su segunda Champions.

Pero mientras se apaga la magia de Ronaldinho y la intermitencia de Deco no mantiene al Barca entre los mejores, Guardiola decide colgar las botas en México y regresar a su casa, dónde coge al Barca B y lo asciende a 2-B con una prolongación de su personalidad en el campo, Sergi Busquets, y un jugador que cómo en sus tiempos de futbolista nadie valora en el club, Pedrito o Don Pedro cómo referentes.

Mientras Mourinho se consolida cómo un grande ganando la primera Premier en 55 años para el Chelsea y llegando al Inter para devolverle la grandeza de aquel conjunto que ganara 2 Champions en 1964 y 1965 de la mano de Helenio Herrera y con el coruñés Luis Suarez cómo jugador determinante. Estaba próximo a demostrar que contaba con una defensa histórica.

Por Barcelona, Laporta viendo lo que tiene en casa, le abre las puertas del primer equipo a Guardiola y su entorno y el resultado habla por sí solo. Sextete en la primera temporada y con un camino que le llevaba directo a ganar la Champions en el Bernabeu.

Ganarla en casa del eterno rival era algo que a todo el barcelonismo le seducía, pero el traductor blaugrana tenía un plan. Con esa defensa histórica que antes mencionaba, Marco Materazzi secó a Messi para acabar retirandose cómo campeón de la Champions en la casa de Zidane y Diego Milito sacó de quicio a la defensa blaugrana demostrando que los Milito deben ser valorados en Barcelona y Madrid. Así se las gastan en defensa y ataque en Italia y así Mourinho ganó su segunda Champions y salvó el honor del madridismo para ganarse su fichaje por el club blanco.

El resto de la historia ya la disfrutamos en España. Lo que está claro es que hasta que Simeone no demuestre lo contrario estamos ante los 2 mejores entrenadores del siglo XXI y es que Guardiola y Mourinho están unidos por vidas cruzadas.

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